Una piedra que vale más que mil promesas
Después de 15 años de promesas que se las llevaba el viento, por fin pusimos la primera piedra del Museo de la Cultura Raizal. Sí, esa misma que nos dijeron que llegaba “la otra semana” desde que el mar era más limpio y el reggae sonaba en cada esquina. Ahora, con la bendición de nuestros ancestros y la mirada atenta de la comunidad, arranca un proyecto que no es solo cemento y ladrillo, sino el corazón palpitante de nuestra historia.
Más que un edificio, un acto de resistencia
Este museo no es solo para que los turistas se tomen la foto y digan “qué bonito”. Es un acto de resistencia, un grito que dice: “¡Aquí estamos y aquí seguimos!”. Después de años de ver cómo nuestra cultura era ignorada o, peor aún, malinterpretada, este espacio será un refugio para nuestras tradiciones, nuestra lengua creole y nuestras historias contadas por nosotros mismos.
La comunidad raizal ha estado al frente de este proyecto, asegurándose de que no sea otro intento de “colombianización” disfrazado de buena intención. Queremos un museo que hable nuestro idioma, que cuente nuestras historias y que sea un espejo donde nuestros niños vean reflejada su identidad con orgullo.
El camino aún es largo, pero ya dimos el primer paso
Claro, poner la primera piedra no significa que mañana abrimos las puertas. Sabemos que aún hay mucho por hacer, muchos permisos que conseguir y, sobre todo, muchas voluntades que alinear. Pero este primer paso es una señal de que, cuando la comunidad se une y alza la voz, las cosas empiezan a cambiar.
Así que, mientras el sol brilla sobre nuestras islas y las olas siguen cantando su canción eterna, nosotros seguimos construyendo, no solo un museo, sino un futuro donde nuestra cultura raizal sea celebrada, respetada y, sobre todo, preservada para las generaciones que vienen.
Porque, como decimos aquí, “el que no sabe de dónde viene, no sabe pa’ dónde va”.