Restaurar los pastos marinos no es cuento de sirena
Oye mi llave, este 8 de junio no es pa’ salir a tirar sombrilla y cerveza al mar sin conciencia. Es el Día Mundial de los Océanos, y el lema de este año —que no viene con moño, pero sí con urgencia— es: “Maravillas oceánicas: sostener lo que nos sustenta”. Porque si el mar se apaga, se apaga la vida, el turismo, el coco, y hasta el pescao frito.
Resulta que más allá de tomarnos selfies en El Acuario, nuestro mar nos da el 50% del oxígeno, alimenta a millones y es el hogar de media fauna marina. Pero, claro, seguimos dándole palo como si no importara.
Ahora, pa’ no quedarnos solo en el blablablá, el biólogo Ernesto Mancera, junto a la Universidad Nacional y otros parceros académicos, se puso la 10 con un proyecto de restauración de pastos marinos en Haynes Cay. ¿Por qué los pastos? Porque ayudan a frenar la erosión costera, fijan carbono (sí, como si fueran pulmón verde del fondo del mar) y mantienen vivas las especies que tanto gustan a los turistas.
Costales de yute pa’ sembrar el cambio
Y como no hay plata pa’ inventos caros, los manes se idearon una técnica con costales de yute llenos de arena, donde los pasticos puedan agarrarse mientras se recupera el lecho marino. Duran seis meses, pero en ese tiempito, los científicos esperan que las raíces se agarren bien. Esto es prueba piloto, pero ya están pensando en escalar el proyecto.
El turismo también puede ser socio
La idea es armar un negocio verde: llevar turistas a “caretear” y enseñarles el valor de esos pasticos, pa’ que los vean no como yerba marina, sino como vida en acción. Las posadas nativas también están en la jugada, creando material educativo pa’ poner al visitante en modo ecológico.
Así que, mi gente, si queremos seguir diciendo que vivimos en el mar de los siete colores, ¡pongámonos las pilas! Porque el océano no es basurero, ni piscina con flotadores. ¡Es vida, es cultura, es futuro!