¡El hospital va, sí señor! Pero tocó raspar la olla

¡El hospital va, sí señor! Pero tocó raspar la olla

Al fin se acordaron de que enfermarse aquí no es juego

En San Andrés y Providencia, donde el sol brilla pero las pastillas escasean, el gobernador Nicolás Gallardo se puso serio (por fin) y anunció una inversión de más de $56.000 millones para revivir al enfermito más famoso del Archipiélago: el sistema de salud.

Sí, mi brotha, no es chiste. Resulta que el man radicó en la Asamblea el Proyecto de Ordenanza 015 de 2025, que busca no solo ponerle curita a la E.S.E. Departamental, sino también comprar equipos, pagar médicos y, lo más sorprendente, ¡terminar el hospital! ¿Se acuerdan de ese edificio que parecía promesa de campaña y ruina en obra gris? Ese mismo.

Rasparon bolsillos, voltearon programas y sacaron hasta de la alcancía

Gallardo, con cara de “esto sí va en serio”, dijo que van a sacar la plata de recursos propios ($8.500 millones), de programas internos (es decir, otros proyectos quedaron mirando pal cielo), del Fonpec ($4.200 millones) y del Ministerio de Salud ($5.000 millones). En resumen, rasparon la olla, la tapa y hasta el cucharón para reunir los pesitos.

De ahí, saldrá la plata para cosas clave: $17.700 millones para pagar lo que se debe, $6.000 millones para terminar el hospital fase 1, y otras tajadas para pagar médicos ($2.500 millones), comprar medicamentos ($1.300 millones), equipos básicos ($12.600 millones) y hasta un programa de salud preventiva ($2.000 millones), para que dejemos de correr pa’ la clínica solo cuando ya estamos medio idos.

¡Ahora sí, que no se diga que aquí no se puede!

“Vamos a hacer sinergia con el Ministerio”, dijo el gobernador, como quien se alista para una partida de dominó en la plaza. Ojalá esas sinergias no se queden en papel y discurso, porque el pueblo está mamado de esperar salud digna viendo cómo el tiempo pasa y las camillas siguen siendo de los 90.

Por ahora, los isleños cruzamos los dedos (y hasta los pies) pa’ que esta vez sí se vea el billete y no se lo trague el mar… ni la burocracia.

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