Folclor isleño: la edición 33 que pone a vibrar al archipiélago

Folclor isleño: la edición 33 que pone a vibrar al archipiélago

Cuando la academia pone de moda el kriol y la memoria raizal

Uy, mis chiques, no es chiste: la Nueva Revista Colombiana de Folclor lanzó su edición 33 dedicada a San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y viene hasta con sabor a ceviche con coco. El Patronato Colombiano de Artes y Ciencias puso el ojo en nuestra gente, la raíz de un folclor que huele a sal, palma y griot, y con ilustraciones berracas de Aurea Oliveira, pa’ que uno se luzca en la sala y también en la cocina. 

El criollo (kriol) pasa de la tarima al papel

El motor de esta edición fue la conferencia que dictó Raquel Sanmiguel Ardila el 19 de julio de 2023, donde le metió el diente a la lengua criolla y pidió que la reconozcan como patrimonio. Tocó fondo: “si no salvamos el criol, se nos va el backbeat de la identidad”, dijo Raquel, y eso remeció hasta el Patronato. 

Gente que pone el corazón en cada página

Autores raizales, voces con mar

Este número reúne a un combo de autores con sangre isleña: Edna Rueda Abrahams, Amelia Archbold Humphries, Sedney Suárez Gordon, María Matilde Rodríguez, Raúl Román Romero… y un conversatorio sabor Hay Festival con Kent Francis James y Daniel Samper Pizano, que nos lleva desde enero de 2024 pa’ dentro del criollismo y la risa. 

De historia y mar, con gossip incluido

Acá no todo es academicismo seco: hay historia marítima con anécdotas de corsarios y tortugas (sí, tortugas) —eso que ni en los chismes del menú del día— y una mirada al mestizaje raizal que viene desde Ghana, pasando por los ingleses, y aterrizando en la cumbia con jawbone y bass‑tube.

Sazón raizal: más que cultura, es pulso

Ritmo, sazón y gramática del archipiélago

La investigación no se queda pegada en la cháchara. En esas páginas se siente el calypso, el mento, la mazurka, el socca, el reggae y hasta un foxtrot con sabor a Magdalena, con todo el flow de jawbone y maracas. Es la banda sonora de nuestra vida diaria, la que bailamos en la iglesia y en el malecón, como nos cuentan en mesas y chismes de favela. 

Cultura que resiste, lengua que no se rinde

El artículo de Raquel no es un drama; es un llamado urgente: “mijo, guardemos el kriol” —dice, y no es por farándula—, es por identidad, memoria y supervivencia cultural. Más aún cuando los jóvenes se empiezan a soltar con reguetón, pero no olvidan quién los trajo ni de dónde viene esa marimba que late dentro.

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