El coco que olvida su raíz
En San Andrés y Providencia, donde todos sabemos quién es quién, se dice que el que traiciona a su gente, acaba enterrado en su propio jardín. Y eso es lo que empieza a parecerse la actitud de Harold Bush Howard, un hijo de Providencia que últimamente se ha vuelto más cercano a los intereses de Nicaragua que a los de su propia gente. ¿Quién iba a pensar que el coco, ese símbolo de nuestra identidad, terminaría buscando cobijo bajo la palma ajena? No es para menos, pues sus últimas declaraciones y propuestas huelen más a entrega que a defensa.
Vender el mar, ¿un favor o una traición?
En su más reciente columna, el señor Bush Howard nos propone lo impensable: ceder derechos de pesca en nuestras ricas aguas a cambio de unas zonas secas y sobreexplotadas cerca del Meridiano 82. A ver, Harold, ¿eso es diplomacia o una venta descarada? ¿Cómo es que de pronto un “hijo de Providencia” habla de entregar nuestro mar como si fuera un simple trueque de mercancías? Lo que él ve como una “oportunidad”, nosotros lo sentimos como una traición, porque esas aguas no son solo nuestro sustento, son nuestra herencia, y no las vamos a cambiar por promesas vacías. ¡Qué descaro!
Pero lo más desconcertante es que este mismo Harold, que criticó la falta de representación raizal en el equipo de defensa de La Haya, ahora se convierte en el defensor de una diplomacia que más parece un maquillaje barato para justificar la entrega de lo que es nuestro por derecho. ¿Será que su brújula está tan desorientada que no sabe si está defendiendo a su gente o haciéndole el juego a quienes nos quieren despojar?
La soberanía no se regala, se defiende con sangre y mar
El mar de San Andrés no es una mercancía en el mercado global ni una joya que se pueda poner en la balanza para ver qué se consigue a cambio. Es la sangre de nuestra cultura, el alma de los raizales, y no vamos a permitir que ningún discurso de “realpolitik” venga a convencernos de lo contrario. Harold, si de verdad te importa tu gente, empieza a hablar como nosotros, a sentir como nosotros, a defender lo que hemos mantenido con tanto esfuerzo. Porque aquí, en San Andrés y Providencia, lo que necesitamos no son promesas vacías ni alianzas con los que nos quieren arrebatar lo que por siglos nos ha pertenecido. Lo que necesitamos son defensores, no traidores.