Oye mi broder, aquí el que juega con fuego, termina chamuscado. Y eso fue exactamente lo que le pasó a Carlos José Jurado Gaviria, un isleño de 31 años que pensó que pasearse armado era como salir con chancletas al malecón… pero se le olvidó que la Policía también patrulla con oído fino.
Todo ocurrió el 14 de mayo en El Cocal, donde la calma se fue a pique cuando se escucharon unas detonaciones bien sospechosas. La Policía Nacional, que no se queda quieta, llegó al sitio y pilló en plena jugada a Jurado Gaviria con un arma de fuego que no era ni de utilería ni de fantasía: era de las de verdad, y de uso personal… pero sin un solo papel en regla.
Sin permiso y con ganas de volarse
Cuando los tombos le pidieron los papeles del fierro, el tipo se quedó más mudo que pez fuera del agua. Ni salvoconducto, ni permiso, ni nada. Y como buen personaje nervioso, intentó pegar el brinco y huir del lugar. Pero claro, eso aquí no es Hollywood, y los policías le cayeron como brisa de norte en agosto.
Lo agarraron, lo judicializaron y, con pruebas sólidas como coco duro, la Fiscalía de la Unidad de Reacción Inmediata (URI) se lo presentó a un juez de control de garantías. El resultado: medida de aseguramiento en la cárcel Nueva Esperanza.
Dijo “no fui”, pero igual va pa’ dentro
Aunque el hombre no aceptó los cargos de fabricación, tráfico, porte o tenencia de armas de fuego, el juez no comió cuento y le ordenó la detención preventiva. Porque aquí, quien camina con hierro sin permiso, no puede quejarse si le cae el peso de la ley.
Así que ya sabe mi gente: andar armado sin papeles no es de valientes, es de miopes legales. ¡Y pa’ esos, en la isla ya hay espacio reservado!