Aquí no solo se vienen a broncear y a tomar piña colada con sombrilla, mi broder. San Andrés está cogiendo fama como altar tropical, y no por los amores de temporada, sino por las bodas que dejan más dólares que arroz con coco en festival. El turismo romántico —o sea, el negocio de las bodas, lunas de miel, propuestas y todo lo que incluya corazones y selfies— está más vivo que nunca.
Y es que cuando el fondo del mar es azulito y los atardeceres parecen sacados de película, pues claro que vienen de afuera a prometerse amor eterno. Según la dura de ANATO, Paula Cortés Calle, los destinos como este, con mar, buena comida y sazón raizal, facturan entre USD 20.000 y USD 50.000 por evento. ¡Con razón hasta el florista anda en yate!
Vienen por amor, se quedan por la bandeja
No solo es por el paisaje, ojo. Aquí la gente se enamora también del rondón, del creole y de la champeta al fondo. Según datos del gremio, el 80% de estas bodas incluye a un colombiano que se enamoró afuera y decidió decir “sí, acepto” en su tierrita. En ese renglón, los gringos y los españoles llevan la delantera, con Medellín, Cartagena, Bogotá y sí, señor… ¡San Andrés como parada obligada del amor!
Lo mejor: cuando se casan aquí, no se van al otro día. Se quedan entre 4 y 6 días, paseando, comiendo, gastando y llenando el feed de Instagram. O sea, una luna de miel para la economía isleña también.
¿Tendencia o negocio que enamora?
Esto no es solo moda pasajera, es turismo con anillo en mano, que está creciendo más rápido que los likes de una foto en Spratt Bight. Y como dijo la presidenta de ANATO: “es una oportunidad pa’ volvernos más competitivos”. Así que si usted tiene finca, posada, o sabe montar toldos pa’ la playa, prepárese porque el amor está dejando buena platica.
Porque en San Andrés, el amor también pasa por caja registradora… y con vista al mar.